La viguesa Seadrone ultima las pruebas de un buque no tripulado para la OTAN
La empresa entrega barcos eléctricos y solares para las islas Baleares
En pleno acelerón europeo por la transformación del sector naval, Seadrone ultima las pruebas de un barco de superficie no tripulado para la OTAN. El astillero vigués, especializado en el desarrollo de vehículos marinos sin tripulación física, completará la próxima semana las pruebas del Sead 23 en aguas del norte de Portugal. La empresa someterá su diseño al ejercicio Dynamic Messenger 2022 organizado por la Alianza Atlántica, para avanzar y dinamizar el pilotaje autónomo en diferentes misiones.
El buque mide siete metros de eslora y pesa algo menos de dos toneladas. La semana pasada, los responsables del proyecto estuvieron en el Instituto Hidrográfico luso para incluir al Sead 23 un minucioso sónar de batimetría. «Es un sistema muy preciso que sirve para barrer un entorno, obtener su relieve y datos en un corto período de tiempo», indica Íñigo Echenique, ingeniero naval fundador de Seadrone, que se refiere a que estos desarrollos se emplean en ejercicios de índole militar y ayuda a la protección de buques o actuar como escolta durante travesías. Alcanza una velocidad de 34 nudos y está desarrollado para operar de forma integrada con vehículos navales convencionales, como el BAM Audaz, a bordo del cual se desarrollarán las pruebas de la próxima semana.
«Nuestra intención es producirlo en serie en el 2023», explica Echenique sobre un proyecto que arrancó en el 2019 y que en escasos días conocerá el veredicto final del Ministerio de Defensa y de la OTAN. Las previsiones son esperanzadoras por los buenos resultados que obtuvieron en Troia el año pasado. La firma viguesa, que tiene nueve empleados y está situada en Sárdoma, ha diseñado, construido y probado en total cinco modelos de barcos no tripulados de esloras de entre tres y diez metros.
Para Menorca
En el plano comercial, Seadrone continúa ensanchando su colaboración con la armadora vizcaína Rabelo Boats a través del diseño y construcción de buques eléctricos solares que navegan en aguas baleares. «Dos de ellos operan en Menorca desde el año pasado», señala el ingeniero. Se trata de buques autónomos en el plano energético porque están equipados con placas solares en cubierta. «No hay que enchufarlos a la red en días soleados. Si no fuese el caso, los barcos eléctricos son contaminantes porque los conectas a una red que se nutre, por ejemplo, de una central térmica, como es el caso de Menorca», añade. Tampoco emiten ruidos agresivos para el fondo marino. Emplearon en su construcción tres meses.
La empresa de charter Els Bots Berguiners explota las dos primeras unidades, que acogen a unos nueve pasajeros. Seadrone acaba de terminar otro par de modelos, «con la misma versión en cuanto al casco, pero con un acabado distinto en cubierta».
Y hay otro par en camino. Seadrone y Rabelo Boats tienen en marcha otros dos buques eléctricos solares que exhibirán en el Salón de Düsseldorf. Uno está diseñado para planear con una velocidad de hasta 14 nudos. Sus paneles solares alcanzan los 1.500 kilovatios de potencia: «Son eficaces en el sentido de que cubren las necesidades de energía».
«Que el Sea Cloud navegue es casi un milagro»
Íñigo Echenique es el ingeniero naval responsable de que el Sea Cloud Spirit, el segundo velero más grande del mundo, saliese adelante: «Es el barco más importante que he proyectado en mi vida». El vigués, que trabajó durante años en Madrid y Asturias (por su relación con el astillero Gondán), se involucró en el buque de la armadora alemana Sea Cloud desde su diseño en el 2006 hasta su despedida de la ría de Vigo en agosto del año pasado. «Que esté navegando es casi un milagro», indica. Recuerda la «confluencia de factores singularísimos» que le hicieron pensar por momentos que el velero podría quedar en dique seco o desguazado.
El proyecto básico comenzó en 2006, tras haber construido Gondán el Sea Cloud II. Sin embargo, no había espacio para un barco del tamaño del Spirit en las gradas asturianas. Así que los armadores propusieron a Echenique que buscase un astillero viable y apareció Factoría Naval de Marín. Con la quiebra de esta, el megavelero pasó a manos de Bankia y de ahí, al fondo de inversión Copernicus. En todo este tiempo, Echenique mantuvo en buen estado el casco del barco y fueron varias las opciones de venderlo o transformarlo.
Sea Cloud Cruises también sufrió las penurias de la crisis del 2008, llegando casi a la quiebra y le resultó imposible asumir el proyecto. Pasó entonces a las gradas de Rodman. «Nos dimos cuenta de que era mejor un producto terminado» y se adjudicó a Metalships, que lo entregó en el 2021 a la armadora inicial, que asumió su compra, cuando finalmente superó sus dificultades y empezó a asomar de nuevo la cabeza en el mercado naval.
(Fuente: La Voz de Galicia)